Del fervor patriótico croata al, ¿qué más hay que hacer además del oro?

Rodrigo Gil-Sabio (Comunicación RFEN. Enviado especial a Split-Croacia)

Las frenéticas horas finales del Campeonato de Europa de Split, aquí en Croacia, donde aún permanece el ‘último de Filipinas’ que esto suscribe por razones aéreas, nos han animado a escribir la contracrónica del evento. Para ser fieles a los hechos, todo empezó tras la final femenina del viernes entre España y Grecia. Los abrazos de jugadoras y staff técnico en el agua dieron paso, minutos después, a las doradas y relucientes medallas en el podio con la bandera y el himno españoles como protagonistas. Esto es ‘marca España’ de manual.

Hasta aquí, perfecto. Ahora bien, este triunfo de ¡ORO! merece la mínima expresión en las portadas de los diarios DEPORTIVOS de nuestro país del sábado, llevándose los grandes titulares los señores Joao Félix, Hazard, Bellerín, Marcos Alonso, Xavi… en cosas cotidianas e intrascendentes de nuestra religión llamada fútbol. En cuanto al soporte digital, ilimitado en cuanto a espacio, para encontrar que hemos sido oro en espacios tan ‘sugerentes’ como Más+, Más deporte, Polideportivo, +Deportes, Waterpolo por ahí escondido…hemos tenido que hacer un máster en ‘trasteros y cosas de casa’, eso por no hablar de otros medios y entidades de servicio público.

Luego pasa que, cada cuatro años y durante 15 días, hay más especialistas de waterpolo en España durante los Juegos Olímpicos que observadores de la ONU en la frontera ucraniana. Una muestra del malestar interno de nuestras jugadoras, y que suscribo y comparto al 100% porque además lo he hablado con algunas de las más representativas en Split, es el breve -y respetuoso, eso sí- encuentro tuitero entre nuestra icónica Laura Ester y el mismísimo Presidente del Gobierno, recordándole las medallas de nuestro waterpolo en las últimas horas.

Si esto del espacio mediático va a ser la guerra de cuchillos entre lobbys, federaciones, medios y demás, creo que no es el camino. Pero un oro absoluto, por sentido común y porque al final el paraguas de la ‘marca España’ nos alimenta a todos, debe ser motivo de acuerdo unánime entre organismos, instituciones, federaciones, medios y deportistas de un mismo país. Un día (o muchos) serán Benzemá o Lewandowski, vale -no me hablen de Mbappe, de Messi o de Neymar, que de esos ya se encargará la prensa gala-, y otro día serán Alcaraz, Sáinz, Katir, el basquet, el fútbol femenino o el waterpolo femenino en este caso. No nos nieguen el pan y la sal durante 350 largos días, por favor.

Ayer, y ahora sí enlazo con el titular de este escrito, viví un acontecimiento único, especial, de los que se quedan marcados en la retina. No hablo del pedazo de bronce de España ante Italia en un partido que pudo acabar en batalla campal (ya hicimos crónica y zona mixta), sino de la finalísima masculina entre Croacia y Hungría. Se paralizó el país para ver por televisión este encuentro y se agotaron el día anterior las 9.000 butacas del Spaladium Arena de Split. Vinieron el presidente y la ministra de Deportes del país y aquello era una caldera a punto de explotar. No les hizo falta ni llamar a los ultras croatas del fútbol (menos mal) que los tienen, aquí el waterpolo es un deporte nacional y el fervor patriótico por su selección masculina es totalmente sagrado.

Una hora antes, todo lleno a rebosar y el público cantando sin cesar con un speaker que prácticamente flotaba en el ambiente. De los himnos y la mascota ni hablamos y, cuando empezó el partido, el ataque de Hungría era un respetuoso pero ruidoso silbido total, y cada gol croata parecía un petardo valenciano de los caros. Ahí gritaban y animaban hombres, mujeres, niños con gorros de waterpolo puestos, abuelas, voluntarios, reponedores, acomodadores, el servicio de limpieza… un país entero llevó en volandas a Croacia a su oro, a la misma a la que habíamos pulverizado nosotros en Budapest dos meses antes.

Hoy despedí al equipo masculino, que marchó pronto hacia España, y bajé a desayunar más solo que Unai esperando un penalty. Los camareros del hotel aquí en Split comentaban la final de ayer emocionados y nos felicitaron por las dos medallas de España. Aquí sí entiende todo el mundo de waterpolo, como palpamos en el día a día de la calle, lejos de la piscina.

Nos han dado muy bien de comer durante el campeonato en el hotel y se me ocurrió bajarles unos detalles de cortesía de nuestro waterpolo y nuestra federación. Una risueña camarera que se sabía los nombres de todos nuestros jugadores, realmente emocionada, me dijo si podía darme un abrazo de despedida. Asentí con la cabeza y, en ese momento, noté que Croacia entera nos daba las gracias y nos rendía honores patrios como el pueblo inglés a su extinta reina madre. Marché con orgullo, con envidia sana y también con pena porque en España el waterpolo, pese a la sangre y las lágrimas de la quinta de Manel y Toto, no ha calado en el tejido social. Ahora sí da mucho morbo ver una película en el cine, ’42 segundos’, de las miserias de nuestro primer Dream Team 30 años atrás, claro. Qué es fantástico por otro lado, eh!

Los que llevamos media vida en esto, debemos parar y reflexionar. Aunque seamos pocos. Pero necesitamos ayuda externa también. Queremos hacer mejores nuestras Ligas, que nuestras selecciones sean invencibles, pero nuestros clubes no tienen ayudas para seguir haciendo milagros y nuestras grandes estrellas se van a ir fuera a jugar cuando las empresas tendrían que estar rifándose a estos/as jugadores/as y equipos de oro, no tanto por lo que hacen y lo que consiguen sino por cómo lo hacen, por los valores que transmiten en su ADN.

Queremos que los medios, cuando nos tengan que dar un ‘palo’ en la prensa por nuestros errores y aciertos, lo hagan, faltaría más; pero cuando ganemos una gran medalla internacional, un ORO, que se entere también todo el mundo, Presidencia de Gobierno incluida, en la misma proporción. Ser invisible es un superpoder (el que le gusta a Bea) que hoy, más que sumar, solo resta. Chicas, seguir así, alas de mariposa (va por tí, capi, y por las otras 13). No podemos pediros más. Sería mezquino por nuestra parte. Eso sí, los demás deberíamos empezar a trabajar como ‘croatas’ porque tenemos que cambiar el rumbo y hacernos mucho más fuertes, visibles y realmente importantes. Solo así saldrán niños y niñas jugando a waterpolo, nadando, saltando o haciendo natación artística en los próximos años. O eso, o tenemos que cerrar el quiosco del deporte español. Más nos vale, aunque seamos cuatro gatos. Me llevo muchos deberes a casa…

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